La vida a oscuras (Argentina/2023). Dirección: Enrique Bellande. Elenco: Fernando Martín Peña. Guión: Enrique Bellande. Fotografía: Enrique Bellande, Santiago Melazzini, Juan Reneau. Edición: Andrés Tamborino. Música: Fernando Kabusacki. Distribuidora: Cinetrén. Duración: 74 minutos. Salas: Malba.
Por Hernán Cortés
Fernando Martín Peña a esta altura no necesita presentación, no al menos en el universo del cine argentino. Pero si se lo tuviera que definir sería inevitable enumerar sus múltiples facetas: historiador, crítico, docente, programador, presentador y, por sobre todas las cosas, apasionado defensor del formato fílmico, militancia que lleva adelante con una quijotesca tarea de recolección, restauración, conservación y divulgación de películas abandonadas en latas a lo largo y ancho del país. Así se topó, por ejemplo, con una copia perdida de Metrópolis de Fritz Lang.
No esperen en La vida a oscuras un documental biográfico donde Peña recuerde la primera vez que fue al cine o cosas por el estilo. La película de Enrique Bellande -que pasó por el último Bafici y ahora llega al Malba, justamente uno de los "hogares" de su protagonista- nos muestra a un Peña en pleno salvataje de esos negativos -en muchos casos deteriorados- que llegan a sus manos, generalmente por parte de familiares de coleccionistas fallecidos o por viejos distribuidores que no saben qué hacer con ese material perimido. Allí lo vemos en su caserón de Villa Madero -que heredó de otro "loco" del fílmico, su amigo Octavio Fabiano-, en un depósito cuyo archivo parece infinito, revisando cintas de 35 mm o Súper 8, tratando de mejorar su calidad técnica y permitiéndose apreciarlas en un proyector. O visitando galpones derruidos en busca de alguna perla.
Pero Peña no se guarda para sí esos hallazgos sino que desde hace años los comparte en su histórico programa Filmoteca y en los ciclos de proyecciones en el Malba y la ENERC donde lleva sus latas, presenta, proyecta y hasta corta las entradas. Ante la ausencia de políticas estatales que resguarden este acervo, Peña asume esa actividad como una misión, lo que en cierto modo lo convierte en un personaje único, incluso más allá de Argentina (en un momento es entrevistado por un medio extranjero).
Si bien está centrada en la figura de Peña, la película es también una mirada nostálgica a una manera de ver cine que se va extinguiendo, devorada por las tecnologías digitales. Hay un tramo que muestra la desazón de los empleados del laboratorio Cinecolor ante el cierre, en 2016, de este último bastión de revelado y copiado. El propio Peña también sufre las consecuencias de ese cambio de era: pese a ser considerado ya un clásico, la continuidad de Filmoteca en la TV Pública siempre está rodeada de incertidumbre (quizás el momento más divertido del film es cuando Peña propone una puesta en escena de una eventual despedida del programa).
La vida a oscuras puede verse en tándem con la lectura de Diario de la filmoteca (Blatt & Ríos), reciente libro donde Peña cuenta en primera persona su labor arqueológica. Ambos resultan manifiestos de un estoico, de un enamorado del cine que se empeña, hasta las últimas consecuencias, en mantener viva la llama de las (verdaderas) películas.
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