1976 (Chile-Argentina/2022). Dirección: Manuela Martelli. Elenco: Aline Küppenheim, Nicolás Sepúlveda, Hugo Medina, Alejandro Goic, Antonia Zegers, Carmen Gloria Martínez, Marcial Tagle, Amalia Kassai, Gabriel Urzúa, Mauricio Pesutic. Guión: Manuela Martelli, Alejandra Moffat. Fotografía: Soledad Rodríguez. Edición: Camila Mercadal. Música: Mariá Portugal. Distribuidora: 3C Films. Duración: 95 minutos. Salas: 17.
Por Hernán Cortés
Resulta un dato de color que Santiago Mitre y Manuela Martelli hayan decidido titular a sus recientes películas, referidas a las dictaduras argentina y chilena respectivamente, con un año en particular, como queriendo dejar consignados sendos periodos que marcaron a fuego a ambos países. Las coincidencias, sin embargo, terminan ahí. Si el 1985 de Mitre alude a un hecho puntual cuando lo peor había pasado (el Juicio a las Juntas), el 1976 de Martelli (actriz que, tras dirigir dos cortos, debuta en largometraje) se sitúa en pleno régimen pinochetista y probablemente tenga más que ver con La larga noche de Francisco Sanctis (2016) o Rojo (2018), que no mostraban el horror en primer plano pero dejaban entrever cómo su atmósfera opresiva se colaba en la sociedad.
Al igual que en aquellos films, hay aquí también una persona común a la que, de manera casual, le llega el momento de tomar partido. Carmen (Aline Küppenheim) es una de esas damas de caridad que, tal vez para lavar alguna culpa de clase, colabora con la parroquia del pueblo donde tiene su casa de fin de semana. Son las vacaciones de invierno y ella se instala allí para supervisar una obra en la vivienda, donde la acompañan su hija, sus nietos, el servicio doméstico y, algunos días, su marido Miguel (Alejandro Goic), que trabaja en un hospital en Santiago.
Un día, el sacerdote le comunica que en una casa cercana se esconde Elías (Nicolás Sepúlveda), un joven militante herido de bala. Sin preguntárselo demasiado, Carmen, que fue voluntaria de la Cruz Roja, comienza a brindarle asistencia médica. La búsqueda de medicamentos y sus movimientos furtivos despertarán sospechas en el pueblo, incluso por parte de Miguel. Así, la protagonista irá sumergiéndose cada vez más en una doble vida: por un lado, guardar las apariencias ante la familia y, por otro, obsesionarse con el caso de Elías al punto de no solo intentar curarlo, sino también de contactar a algunos de sus compañeros.
Pendulando entre
el thriller y el drama intimista, Martelli ubica estratégicamente a la dictadura tras bambalinas (en algún momento se escucha un discurso de Pinochet, en otro se ve a lo lejos cómo militares abandonan en la playa el cuerpo de una chica), ya que lo que realmente le interesa es mostrar su sombra perversa y corrosiva. La punzante música a cargo de María Portugal y la reconcentrada actuación de Küppenheim contribuyen con ese clima irrespirable, donde Carmen en todo momento parece estar vigilada y quien no es colaborador activo, es al menos cómplice por
omisión (hay al respecto una intimidante escena en la que participa el argentino Germán de Silva). Chile siempre ha dado cineastas con capacidad para contar aquellas épocas oscuras, a los que ahora se suma Martelli con este valioso primer paso.
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