jueves, 17 de noviembre de 2022

La escuela del bosque (Argentina/2020). Dirección: Gonzalo Castro. Elenco: Guillermina Pico, Isabel García Ponzoda, Alejandro García Schnetzer, Macarena Fernandez, Oblit Baseiria, América Sánchez, Martín Tognola. Guión: Guillermina Pico, Gonzalo Castro. Fotografía: Gonzalo Castro. Edición: Gonzalo Castro. Sonido: Gonzalo Castro. Distribuidora: Independiente. Duración: 88 minutos. Salas: Lugones (jueves 17, viernes 18 y sábado 19 de noviembre, a las 21 hs; martes 22, miércoles 23, jueves 24 y viernes 25 de noviembre, a las 18 hs).

Por Hernán Cortés

Luego de casi una década de silencio filmíco (Dioramas, su última película, es de 2012), Gonzalo Castro había estrenado La escuela del bosque en el Festival de Mar del Plata de 2020, pero dada la modalidad virtual de aquella edición será finalmente ahora cuando llegue a la pantalla grande.

 

Rodada en blanco y negro y con Castro a cargo de todos los rubros técnicos (fotografía, montaje, sonido, además de coescribir el guión), la película sigue los pasos de María (Guillermina Pico), una treintañera argentina que, tras obtener una beca, hace diez años vive en Barcelona con su hija de seis. Las cosas no parecen irle mal: alquila a muy bajo costo un caserón en el barrio de Gràcia, trabaja en un estudio de grabación y la relación con su ex pareja aparentemente es cordial. Sin embargo, la visita de su hermana menor (Macarena Fernandez), que muestra cierto resquemor porque piensa que María las abandonó a ella y a su mamá en Argentina, reabre algunas grietas del pasado.

Al igual que en las anteriores películas de Castro, aquí la conversación tiene un lugar central. En todo momento vemos a María hablar con su hermana, con la pequeña Isabel (Isabel García Ponzoda, hija en la realidad de unos amigos de Castro y toda una revelación), con su compañera de trabajo, con su ex, con amigos argentinos migrantes. En algunos casos -afortunadamente la mayoría- los diálogos fluyen con naturalidad (una de las preocupaciones de María es que pronto deberá dejar su casa y mudarse con su padre, tambien radicado allí) pero en otros suenan algo artificiosos, como si hubiera una especial preocupación por colar cada tanto alguna cita culta (un rasgo del cine de la FUC). 

Con el bello entotno barcelonés de fondo, la película plantea una reflexión sobre el exilio, el desarraigo, el sentimiento de extranjería aun residiendo un tiempo suficiente (uno de los personajes dice no acostumbrarse a que las cuadras no tengan la numeración de a cien) y el peso de lo que se deja atrás. En definitiva, lo que sabe cualquier migrante: uno nunca se termina de ir del todo ni tampoco de establecerse completamente.

 

         

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