Por Hernán Cortés
(Desde Cartagena de Indias)
Tras la polémica de la apertura y las visitas de Ethan Coen y
Michael Shannon, los focos del Festival de Cine de Cartagena de Indias
(FICCI) se posaron sobre las tres películas colombianas que tuvieron su
premiere ayer. El coqueto Teatro Adolfo Mejía -una suerte de Colón a
pequeña escala- fue sede, en continuado, de las proyecciones de La fortaleza, de Andrés Torres (que integra la sección Documentes); Monos, de Alejandro Landes; y Los días de la ballena, de Catalina Arroyave Restrepo (estás últimas pertenecientes a Ficciones de aquí).
Tres exponentes que navegan en la premisa integradora de esta edición
del FICCI, aunque con búsquedas -y resultados- dispares.
¿Cómo filmar una película sobre una barra brava sin caer en el
regodeo o en la denuncia de archivo? Quizás en Argentina, país donde la
violencia en el fútbol está a la orden del día, un documental como La Fortaleza no
estaría exento de polémicas. Andrés Torres sigue los avatares de la
hinchada de Atlético Bucaramanga, un club de la segunda división
colombiana cuyos seguidores están entre los más belicosos del fútbol
local. El eje se centra en tres muchachos -de la segunda línea de la
barra, digamos- y un acontecimiento especial: el equipo está las puertas
de volver a Primera, para lo cual debe jugar una final primero de
visitante y definir de local.
La película está dedicada en su mayor parte al viaje de estos tres veinteañeros hacia el estadio del otro finalista, donde atraviesan rutas, se cuelan en transportes y tratan de conseguir alimentos en cada paraje, todo con tal de hacerle el "aguante" al equipo de sus amores (estos chicos no cuentan con las prebendas que recibe una barra más poderosa). Se trata de una experiencia por momentos extrema, en la que el director juega al límite tanto en lo físico (la cámara se trepa a camiones a la par de los hinchas) como en lo ético: ¿Hasta donde se busca anteponer la pasión y el folklore del fútbol por sobre una violencia latente, donde no hay empacho en mostrar a los muchachos armándose de cuchillos ante un eventual combate con los rivales? El propio Torres no es ajeno a esa ambivalencia, aunque en la presentación aclaró que se trata de una película sobre "la búsqueda de una identidad". Cada cual sacará sus propias conclusiones.
La película está dedicada en su mayor parte al viaje de estos tres veinteañeros hacia el estadio del otro finalista, donde atraviesan rutas, se cuelan en transportes y tratan de conseguir alimentos en cada paraje, todo con tal de hacerle el "aguante" al equipo de sus amores (estos chicos no cuentan con las prebendas que recibe una barra más poderosa). Se trata de una experiencia por momentos extrema, en la que el director juega al límite tanto en lo físico (la cámara se trepa a camiones a la par de los hinchas) como en lo ético: ¿Hasta donde se busca anteponer la pasión y el folklore del fútbol por sobre una violencia latente, donde no hay empacho en mostrar a los muchachos armándose de cuchillos ante un eventual combate con los rivales? El propio Torres no es ajeno a esa ambivalencia, aunque en la presentación aclaró que se trata de una película sobre "la búsqueda de una identidad". Cada cual sacará sus propias conclusiones.
Y si hablamos de experiencias extremas, también lo fue -aunque desde otro enfoque- Monos,
coproducción con Argentina y Francia que viene de pasar recientemente
por los festivales de Berlín y Sundance. Alejandro Landes (Porfirio)
plantea una ¿apócrifa? guerrilla en la que un grupo de chicos -cinco
hombres y dos mujeres- alojado en un refugio de montaña mantiene cautiva
a una ¿diplomática? norteamericana. Nada está del todo claro aquí, y
ese es uno de los méritos de esta enigmática y vibrante película. Los
lineamientos militares a seguir llegan por parte de un superior que los
visita cada tanto, pero lo cierto es que estos jóvenes tienen sus
propias reglas y cabecillas. El romance entre dos de ellos y un suceso
alrrededor de una vaca que cuidan radicalizarán cada vez más la postura
del grupo, que se mueve entre la disciplina castrense y la ley de la
selva (justamente uno de los escenarios donde transcurre el último -y
fatal- tramo del film). Con una fotografía notable y rasgos de Los salvajes, del argentino Alejandro Fadel (no faltan pasajes oníricos), Monos resulta una propuesta tan provocadora como estimulante.
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