Por Hernán Cortés
Nardo (el siempre sólido Manuel Vicente) es el encargado de un garage porteño cuya vida no parece ir más allá sus rutinas laborales: el té por la mañana, el intercambio de unas pocas palabras con los clientes, la limpieza de los coches, la obsesión por que queden milimétricamente estacionados. Pero por las noches, cuando queda solo, este parco cincuentón da rienda suelta a algunas "fantasías" como no sólo husmear en el contenido de los autos, sino también sentarse al volante y practicar coleadas en el medio del garage (y con música electrónica a todo volumen).
En muchas oportunidades el cine le ha dedicado películas a personajes solitarios con oficios alienantes. Hora-día-mes, tercer largometraje de Diego Bliffeld (habitual asistente de dirección de Mariano Cohn y Gastón Duprat), sigue minuciosamente el tedio cotidiano de Nardo con un registro cercano al documental de observación. Se agrega una voz en off (omnipresente, aunque nunca abrumadora) a cargo del escritor Marcelo Cohen, quien glosa detalles sobre el protagonista que no se ven en pantalla y pueden servir como anotaciones al margen.
Productores de la película, la huella de la dupla Cohn-Duprat se advierte en algunos pasajes como aquellas explicaciones técnicas sobre nubes y modelos de autos, los sobrios encuadres o el tono socarrón del film. Puede suponerse que detrás de esa existencia gris se esconda alguien a punto de estallar. No lo sabremos: son esos cabos sueltos, esos matices, los que constituyen una propuesta que, pese a su nula acción dramática, nunca deja de despertar interés.
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