Por Hernán Cortés
La experiencia de vida de Kumail Nanjiani, comediante de stand up pakistaní radicado en Estados Unidos y actor de la serie Sillicon Valley, es la matriz de la nueva película de Michael Showalter. Protagonizada por él mismo y coescrita junto a su esposa, Un amor inseparable narra las dudas y contradicciones que padece Kumail -que a los 14 años emigró junto a su familia para instalarse en Chicago- cuando se enamora de una chica no musulmana, lo cual implica todo un desafío a las tradiciones de su país.
La producción a cargo de Judde Apatow no es azarosa: en el film aflora más de un rasgo que remite al cine de "Mr. Nueva Comedia Americana" como el timming en los diálogos, el ingenio de algunos gags, la mordaz mirada de la institución familiar y un logrado equilibrio entre el humor y la sensibilidad. Puede pensarse concretamente en Hazme reir (2009), aquella pequeña joya nunca estrenada en nuestra salas que, al igual que Un amor inseparable, cruza el universo de los comediantes (y sus miserias) con una grave enfermedad como telón de fondo.
En una de las tantas noches que presenta su espectáculo, Kumail conoce a Emily (la talentosa Zoe Kazan), una simpática psicóloga con la que, pese a las reticencias iniciales, se pondrá de novio. Claro que él le oculta un detalle nada menor: la cultura paquistaní exige, entre otras cosas, el matrimonio con alguien de la misma religión y acordado por la familia. Por esta razón Kumail se convierte en un mentiroso a dos bandas. Las insólitas reuniones en las que sus padres le van presentado, una tras otra, una nómina muchachas musulmanas dispuestas a casarse, se las guarda para sí. Y de igual manera, los suyos ignoran la existencia de Emily.
Cuando el film amenaza con abusar del pintoresquismo for export de las costumbres del sur de Asia (aunque hay algo de eso), la trama vira hacia un suceso desgraciado: Emily es internada de urgencia por un extraño mal en sus riñones. Es allí donde entran en escena Beth (Holly Hunter) y Therry (Ray Romano), padres de Emily, que conocen a Kumail en esas circunstancias, y serán esas jornadas de tensión (con Kumail y entre el matrimonio mismo) el tramo más disfrutable de la película.
El oficio de Nanjiani, siempre con el chiste y la réplica justos a flor de labios, es el motor de Un amor inseparable (un título local insípido, hay que decirlo), pero el resto del elenco no le va a la saga, especialmente secundarios como el patético colega y compañero de departamento de Kumail. Resulta una ventana ideal para asomarse al ámbito del stand up, un género subestimado, marginal y algo reiterativo, pero del que puede surgir una propuesta de indudable solidez y frescura como ésta. No es poca cosa.
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