Por Hernán Cortés
El debut de la argentina Silvina Schnicer y el español radicado aquí Ulises Porra Guardiola se inscribe en la tradición del cine local de retratar al Delta del Tigre desde su costado menos amable. Al igual que películas como Todos tenemos un plan (Ana Piterbarg) o Marea baja (Paulo Pécora), la genérica Tigre se interna en las islas del río Paraná y exhibe un microuniverso intrigante, oscuro, sórdido, impregnado de peligros y códigos propios.
A la dupla de directores le interesa mucho más el cómo que el qué. Eficaces constructores de climas, se centran en la convivencia de este variopinto grupo de personas, donde de a poco irán asomando incomodidad, frustración, tensiones sexuales y miserias familiares. Pero, a modo de trama paralela, el eje se corre por momentos hacia unos menores de la zona que parecen abandonados a su propia suerte (una fugitiva a la que nadie tiene mucho interés en encontrar, otro que tiene un brazo y una pierna paralizados) que le dan una atmósfera de terror y fantasía a la propuesta. Nada queda demasiado claro en Tigre, y es en esa ambigüedad perenne donde radica su encanto.
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