Por Hernán Cortés
Pareciera que Oliver Assayas le ve a Kristen Stewart perfil de asistente de celebrity. Al menos así lo confirman las últimas las dos últimas películas del director francés, donde convocó a la protagonista de Crepúsculo, primero, para secundar a una famosa actriz en pleno proceso de divorcio en El otro lado del éxito (2015), y ahora, para ponerla a las ordenes de una reconocida modelo en Personal Shopper. Aquí Stewart interpreta a Maureen, una veinteañera que recorre la mejores casas de ropa de Paris y otras ciudades (Londres, por ejemplo) en busca de exclusivos diseños "de canje" para su jefa Lara.
El permantente gesto adusto de Maureen da cuenta de que no es un trabajo que la estimule. Pero su principal preocupación pasa por la reciente muerte de Lewis, se hermano gemelo. Él, que vivía en un caserón de las afueras junto a su novia, afirmaba contactarse con espíritus, creencia que compartía con su hermana. Ambos forjaron un pacto que establecía que el primero en morirse debía enviar una señal al otro. Así, la vida de Maureen alterna entre visitas a las tiendas, a la lujosa casa de la modelo (quien permanece casi siempre fuera de campo, ya que se la pasa viajando) y a la abandonada mansión de Lewis, donde esperará obsesivamente un "gesto" de su hermano.
Premiado como mejor director en el último Festival de Cannes, Assayas construye un film que cuenta con más de un momento atrapante, donde se dosifican eficazmente los efectos visuales (hay apariciones fantasmagóricas) y se apuesta mayormente a los climas (un enigmático chat en el celular, por ejemplo), pero que en general resulta errático, sin encontrar un foco claro (el descenlace tampoco mejora las cosas). En esta disparidad sobresale la figura de Stewart, que se pone el overol y sobrelleva un propuesta que, lamentablemente, no llega a plasmar sus seguras buenas intenciones.
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