Por Hernán Cortés
El nombre del hijo bien podría pertenecer a un subgénero dentro de la comedia llamado "cena de amigos". La fórmula es sencilla: un grupo de amigos y/o familiares con sus parejas -en lo posible mayores de 40 y de extracción burguesa- se junta luego de un tiempo de no verse y, tras la amabilidad inicial, la reunión se convertirá en un campo de batalla donde afloran secretos y rencores atragantados. Basada en la obra de teatro francesa Le prénom -que también contó con versión fílmica en su país-, la película de Francesca Archibugi funciona con esa dinámica, a la que se le agrega una bienvenida impronta italiana.
Quienes se sientan la mesa son cinco y provienen de una familia-clan encabezada por un poderoso empresario farmacéutico. Betta (Valeria Golino), una de las hijas, es una docente algo inestable (síndrome pre-menopáusico) que está casada con Sandro (Luigi Lo Cascio), un egocéntrico profesor de Letras adicto a Twitter, y tienen dos hijos. Por su parte, Paolo (Alessandro Gassman), frívolo agente inmobiliario y hermano de Betta, está en pareja con la bella Simona (Micaela Ramazzotti), autora de un best seller donde cuenta sus vivencias con la familia, aunque es menospreciada como escritora. Y en el medio está Claudio (Rocco Papaleo), músico solitario y bohemio, amigo de la infancia.
Una inocente broma sobre el nombre que llevará el hijo en camino de Paolo y Simona (él anuncia que se llamará Benito, en homenaje a Mussolini) será el disparador de una serie de diatribas intelectuales, políticas y sentimentales, que derivarán en miserias pasadas y una evaluación de conciencia de cada uno. Nada diferencia demasiado a El nombre del hijo de este tipo de películas siempre al borde del teatro filmado (aunque aquí se utilizan flashbacks relativos a la niñez y adolescencia del grupo), pero el característico histrionismo "tano" -capaz de sostener una esgrima verbal con chispa y a toda velocidad- y un inesperado giro en el final logran llevar la propuesta a buen puerto.
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