Por Hernán Cortés
La lentitud y el mal funcionamiento de la Justicia no son exclusivamente patrimonio argentino, tal como lo demuestra La acusación, gran ganadora en el último BAFICI. La ópera prima de Chaitanya Tamhane parte de un hecho anecdótico que desencadena en un periplo judicial con reminiscencias kafkianas: Narayan Kamble, un cantante de protesta (aunque con más contenido místico que social en sus letras) de 65 años, es arrestado en pleno escenario mientras actuaba en una humilde zona de Mnmbay. ¿El cargo? Incitación al suicidio. Al parecer, un vecino que trabajaba en las alcantarillas se mató luego de escuchar una canción de Kamble que hablaría de “ofrendar la vida” y de "sumergirse en las alcantarillas".
El modo potencial es atinado, ya que en las casi dos horas que dura La acusación no hay una sola certeza. Kamble no recuerda exactamente si ese día cantó algo relativo al suicidio (pero tampoco niega haber compuesto alguna canción alusiva) y la mujer del difunto pone en duda que su esposo se haya dado muerte él mismo. Los abogados de ambas partes tratan de llevar agua para su molino, pero algunas de sus artimañas (plantar un testigo falso, recordar el pasado político de acusado, allanar ilegalmente una vivienda) no hacen más que dilatar el caso, ante un juez más preocupado por el inicio de la feria que por emitir un fallo pertinente. Tamhane utiliza largos planos fijos (que recuerdan por momentos al cine rumano reciente) para mostrar las resquebrajaduras de la Justicia india, no sólo institucionales sino también edilicias.
Si bien la columna vertebral del film son las burocráticas sesiones -que por detalles insólitos se van alargando y, por ende, demorando la sentencia-, la cámara de Tamhane sigue a los dos abogados (mujer para la querella, hombre para la defensa) por separado fuera de los tribunales. Allí vemos la cotidianeidad de estos personajes de la ley, sobre todo en sus vínculos familiares (la relación del abogado con sus imperativos padres arranca una sonrisa). La acusación podría haber tenido un buen epílogo de no ser por la innecesaria secuencia final, que aporta poco y nada. De todas maneras, se trata de un atendible debut procedente de una cinematografía poco conocida aquí.
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