Por Hernán Cortés
"Yo le hago una apuesta a cualquiera. En un año modifico el cine argentino", se envalentona Pascual Condito. Enfundado en una remera del Che Guevara, su "revolución" pasa por darle lugar al buen cine, quijotada que lleva adelante hace más de tres décadas desde su distribuidora Primer Plano. El retrato de este personaje reconocido en el ambiente servirá para desarrollar la idea central de Tras la pantalla: las dificultades que padece la industria para la exhibición de cine nacional frente una cartelera poblada de tanques norteamericanos.
Pese a que su personalidad (Condito es portador de una cautivante mezcla de carisma, mal humor y cinefilia, además de haber hecho cameos para más de sesenta películas) ofrezca material para una biopic, Martínez elige recortar un momento doloroso en la vida de su protagonista. Agobiado por la crisis, Condito se ve obligado a vender su histórica oficina de la calle Riobamba, pleno barrio de distribuidoras y productoras, y mudar la enorme memorabilla atesorada por este mito viviente (fotos, afiches, DVDs, latas, recortes periodísticos). Este proceso es acompañado respetuosamente por la cámara de Martínez, al mismo tiempo que se registran jugosas charlas tanto con realizadores (por su escritorio desfilan Raul Perrone, Juan Villegas y Lisandro Alonso, entre otros) como con exhibidores de multicadenas (los "enemigos" declarados de Condito). Allí se discute y se reflexiona sobre cine como pocas veces se vio en pantallas locales.
Tras la pantalla se filmó en 2009, pero la demora en estrenarse se debió a puestas de acuerdo entre el director, el productor y -por supuesto- el alma mater de la película. Sin embargo, poco cambió desde entonces. Hoy día, Condito sigue luchando contra el imperio hollywoodense. Acaso este pequeño y conmovedor film sea algo más que un grano de arena.
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