Por Hernán Cortés
(Desde Mar del Plata)
Pasada la mitad del Festival, va promediando también la presentación en sociedad de las competencias. Hoy le tocó el turno a la venezolana Desde allá, de Lorenzo Vigas e integrante de la Competencia Latinoamericana, y la argentina Paula, de Eugenio Canevari, que va por el galardón local.
Que Desde allá fuera considerada la mejor película del último Festival de Venecia habla del seguramente paupérrimo nivel de las que no obtuvieron premios. Los elogios cosechados por Pelo malo hace un par de años (aquí ganó dos Astor en la edición de 2013) lograron que el cine venezolano adquiera visibilidad en los festivales internacionales. Si las indefiniciones sexuales y la sordidez de Caracas eran tratados con frescura en el film de Mariana Rondón, Desde allá toca casualmente tópicos similares pero de manera tosca y insípida.
Estamos ante una película festivalera, en la peor acepción del término. Armando es un apocado protesista dental que frecuenta las zonas bajas de Caracas en busca de taxi-boys. Se obsesionará con uno (Elder), que primero lo rechaza pero, como indica el manual, luego se establecerá una simbiosis entre ellos. No tardarán en aflorar tensiones del más rancio machismo latinoamericano en el entorno de Elder que harán peligrar la relación (por su parte, Armando tiene un conflicto no resuelto con su padre). Todo aquí se vuelve previsible hasta el tedio. La homosexualidad entre clases sociales opuestas supo ser tratada de manera más fluida en el cine (pensar en La virgen de los sicarios, también latina). No es el caso de la ganadora del León de Oro.
Eugenio Canevari es un director joven con algunas buenas ideas, que las plasma en Paula, su ópera prima que viene de pasar por San Sebastián. La Paula del título es una adolescente que trabaja como mucama y niñera en una estancia de las afueras de Pergamino. Prototipo de algunas familias burguesas del interior del país (que bien supo retratar Lucrecia Martel), los patrones de Paula, una pareja de cuarentones en un espiral de abulia, apenas notan su presencia excepto cuando recurren a ella para que se haga cargo se sus hijos. Pero Paula está embarazada y ni el futuro padre parece tenerla en cuenta, por lo que el aborto parece ser la única salida. Con una pericia narrativa que va ofreciendo información en adecuadas dosis y unos sólidos rubros técnicos (sobre todo, la impecable fotografía), Canevari deja colar en su película alguna bajada de linea -pero sin excederse- respecto a la contaminación por herbicidas y expone -aquí sin piedad- las tilinguerías de esta clase terrateniente. Un buen debut que invita a reflexionar.
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Miserias y sexualidad, presentes en las competencias
miércoles, 4 de noviembre de 2015
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