(Desde Mar del Plata)
A continuación, un breve repaso de lo visto hasta el momento (por ahora, ninguna decepción):
- Rastreador de estatuas (Jerónimo Rodríguez, Chile, Competencia Lationamericana): Esta personalísima docu-ficción enlaza la infancia de Jorge, un cineasta chileno radicado en Estados Unidos (que en realidad es un alter ego de Rodríguez), a través de sus recuerdos. En Brooklin, donde vive, Jorge descubre la placa de un neurocirujano portugués que le parece ser el mismo que su padre le mostró una vez en un parque de Santiago. A partir de ahí, el director se convierte en una especie de detective salvaje (la referencia a Bolaño no es casual) que recorre la capital chilena buscando aquel monolito. Compuesta casi en su totalidad por planos fijos y una voz en off permanente que recuerda a los trabajos de Mariano Llinás, Rastreador de estatuas resulta un periplo desbordante de libertad que se permite enhebrar tópicos como la medicina, la política y el fútbol (¡hay una referencia a Enrique Omar Sívori!). Puede que en un punto la película peque de autorreferencial, pero así y todo confirma la buena salud que goza el género documental en Chile.
- O futebol (Sergio Oksman, Brasil, Competencia Internacional): ¿Una película de fútbol? Sí, pero no con fútbol. Estamos, al igual que con Rastreador de estatuas, ante otra docu-ficción intimista en la que nuevamente un director exiliado (esta vez el propio Oksman, que vive en Madrid) vuelve a su país. La acción transcurre en Sao Paulo en pleno Mundial 2014 y la cámara registra los diálogos entre el cineasta y su padre (hace veinte años que no se veían), quienes, por más que no hay señales de algún conflicto en el pasado, parecen tener poco que decirse. Estas conversaciones, que tienen al fútbol como hilo conductor aunque sin la pasión que supondría, recuerdan a la película rumana The Second Game. Pero en O Futebol, a diferencia del film de Porumboiu, no hay ni un plano donde se vea un jugador pateando una pelota. Esta inteligente decisión del director de dejar al Mundial fuera de campo -y sumada a la cuota emotiva del final- quizás explique el famoso concepto atribuido a Albert Camus: que el fútbol es solo una excusa para conocer mejor a los hombres.
- El movimiento (Benjamín Naishtat, Argentina, Competencia Argentina): En plena temporada electoral, El movimiento es una película que merece ser vista y, sobre todo, discutida. Luego de la perturbadora Historia del miedo, Naishtat propone un alucinada visión de la historia argentina, centrándose en el año 1853. Un anónimo caudillo (un descollante Pablo Cedrón) recorre las pampas acompañado por un par de jóvenes seguidores con la idea de sumar gente para su "movimiento" y terminar con la "anarquía" reinante. No exento de algún delirio místico, este solitario líder intenta convencer -algunas veces sin éxito y la mayoría empleando la violencia- a todos los grupos de personas con los que se va topando. La película está filmada en blanco y negro, con un formato 3/4 que le da un clima opresivo, lo mismo que los efectos sonoros. La coda del film da cuenta de cómo esta arriesgada propuesta puede tener similitudes con la realidad (y la actualidad).
- Ella y él (Frank Pérez - Garland, Perú, Panorama Latinoamericano): Una película modesta, con un tema abordado hasta el hartazgo, pero muy creíble y disfrutable. Una pareja de clase acomodada limeña se conoce en un cumpleaños e inicia una relación. Llegando al final de la treintena, ambos arrastran conflictos no resueltos del pasado que no tardarán en emerger. Con algo de nuestra El amor, primera parte (aunque más oscura), la película muestra las distintas etapas de este romance, donde hay dudas, altibajos, reproches, pero también pequeños momentos de felicidad. Vanessa Sabba y Giovanni Ciccia logran un tour de force en el que los diálogos se llevan todo el mérito. Un gran hallazgo que no merece quedar perdido en la grilla.
a
la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo
debía al futbol”, - See more at:
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