La ciudad pampeana de General Pico padece, como tantas otras localidades del interior argentino, una medianía que no le permite destacarse ni por los atractivos urbanos de una verdadera metrópoli, ni por el aura pintoresca de algunos pueblos. ¿Cómo hacer "potable" un lugar así para un documental? Mostrándolo tal cual es, sin artificios.
Nacido y criado en Pico, Sebastián Lingiardi ofrece durante casi una hora una serie de retazos de su patria chica, en los que se ven sus calles, su gente, sus clubes, su laguna y, fundamentalmente, sus perros. Los planos, fijos y con la duración exacta para no llegar al tedio, parecen mimetizarse con la apacible rutina piquense. Sin embargo, dos acontecimientos -y su registro es uno de los hallazgos de la película- alteran la calma: el reciente festival de cine de la ciudad y las elecciones para gobernador. En el primero, se ve al crítico Roger Koza, con su habitual oratoria, presentando una película de la muestra, lo que emparentaría -de manera lejana, eso sí- a General Pico con Tres D, otro reciente ejercicio local de cine dentro del cine. Por el lado de la política, la cámara registra la jornada electoral en un colegio y un programa de radio donde el locutor arenga a votar.
General Pico, la película, es casi tan transparente como Genaral Pico, la ciudad. Sus intenciones, claro está, no pasan por provocar una invasión turística hacia esta región de La Pampa, sino más bien por mostrar que, gracias al cine, detrás de una relativa chatura también puede haber belleza.
Nacido y criado en Pico, Sebastián Lingiardi ofrece durante casi una hora una serie de retazos de su patria chica, en los que se ven sus calles, su gente, sus clubes, su laguna y, fundamentalmente, sus perros. Los planos, fijos y con la duración exacta para no llegar al tedio, parecen mimetizarse con la apacible rutina piquense. Sin embargo, dos acontecimientos -y su registro es uno de los hallazgos de la película- alteran la calma: el reciente festival de cine de la ciudad y las elecciones para gobernador. En el primero, se ve al crítico Roger Koza, con su habitual oratoria, presentando una película de la muestra, lo que emparentaría -de manera lejana, eso sí- a General Pico con Tres D, otro reciente ejercicio local de cine dentro del cine. Por el lado de la política, la cámara registra la jornada electoral en un colegio y un programa de radio donde el locutor arenga a votar.
General Pico, la película, es casi tan transparente como Genaral Pico, la ciudad. Sus intenciones, claro está, no pasan por provocar una invasión turística hacia esta región de La Pampa, sino más bien por mostrar que, gracias al cine, detrás de una relativa chatura también puede haber belleza.
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