Ni bien comienza la película de Franco Verdoia y Pablo Bardauil, Juana (Onetto) le dice las tres palabras mágicas a su marido Juan (Belloso): “Me quiero separar”. Pare este matrimonio en la cincuentena y sin hijos, el divorcio es inevitable pero se da en aparentes buenos términos. Al menos ella parece tener todo resuelto: actriz medianamente reconocida, planea retomar sus clases y viajar con una amiga, al mismo tiempo de asegurarle un techo a su ahora ex esposo. Él, por su parte, un escritor con una novela en proceso, acepta la situación en silencio (más por no tener mucho para decir que por tristeza) y se embarca en traspasar esa experiencia al papel.
Si bien la rutina y el desgaste se adivinan como motivos de la separación, lo cierto es que aparece un tercero: Gonzalo (un siempre cumplidor Rafael Ferro), un actor amigo de la pareja, vuelve a contactarse con Juana a partir de su reciente “soltería”. A partir de un suceso inesperado, la trama virará hacia lo fantástico, y es allí donde Verdoia y Bardauil dejan librado a criterio del espectador cuánto hay de onírico y cuánto de elípsis.
El problema de La vida después es la falta de solidez en su idea. El secreto que Juan se empeñó en ocultar tantos años y que Juana descubre casualmente es tomado tan a la ligera y tan mal resuelto, que hace que la escasa química entre Onetto y Belloso (dos grandes actores aquí desaprovechados) sea un defecto menor. Una enormidad de películas prescinden de la narración lineal y, así y todo, invitan a pensar y a discutir. Lamentablemente, no estamos ante una de ellas.
La vida después se estrena este jueves 7 en las siguientes salas:
Hoyts Dot
Complejo Village
Showcase (Belgrano, Norte, Haedo, Quilmes, Córdoba)
Monumental Rosario
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