Las protagonistas son tres hermanas solteras (cuyo rostro más conocido es la actriz Ellen Wolf) que llevan una vida casi de reclusión en una casa en las afueras del pueblo. El único contacto con el exterior son las compras que realizan -a bordo de una destartalada camioneta- en el almacén del lugar. Algunos lugareños sospechan de esos rostros adustos y esa indumentaria cercana al hábito monacal. Puede que no les falte razón: el propietario de la vivienda desaparece misteriosamente, sin que las tres mujeres se den por aludidas. Para sumar intranquilidad, se instaló un garito en la zona donde algunas deudas se resuelven a sangre y fuego.
Junco y Midú hacen un inteligente uso de los silencios, y es allí donde Flores de ruina gana en interés: la ambigua gestualidad del trío (que las hace tan víctimas como victimarias) es mucho más lograda y sugerente que algunos diálogos que parecen recitados. Un par de momentos inspirados que bordean el absurdo (el entierro de un patrullero o la conversación entre una de las ancianas y un delincuente) ponen a la película más cerca de la comedia negra que del thriller o el policial. Como sea, estamos ante un valioso aporte de una no menos valiosa iniciativa.
Flores de ruina se estrena hoy jueves 25 en el cine Gaumont
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