Al igual que sucedió con otros documentales recientes
(sin ir más lejos, Malka, estrenada el jueves pasado), Ricardo Bär fue
fruto de una casualidad. Los directores Gerardo Naumann y Nele Wohlatz
estaban en la selva misionera, casi en el limite con Brasil, cuando un joven
habitante de una colonia alemana les llamó la atención. Se trataba del
Ricardo Bär del título,un veinteañero que vivía con su familia en una
chacra que, además de alimentar animales y cortar cañas, tenía una ambición
exótica, al menos para ese microclima: ser pastor bautista, “Acá hay una
historia”, pueden haber pensado Naumann y Wohlatz, y no tardaron en
trasmitirle la idea al propio Ricardo.
Integrante de la Competencia Argentina en el BAFICI
2013, Ricardo Bär (la
película) sigue los pasos de Ricardo Bär (el personaje), reticente en
principio a ser el protagonista de su propio film. Apocado de palabras frente a
su familia, Ricardo parece sentirse más a gusto predicando ante un auditorio.
Claro que esta vocación no le es fácil, ya que viaja un par de veces por semana
a estudiar a Oberá, distante a dos horas de su casa. Y surgirá además la
posibilidad -fogoneada por los directores- de trasladarse a Buenos Aires.
Por momentos, la película puede desconcertar (y resultar
un poco pesada, hay que decirlo) a quienes no frecuentan el evangelismo, sobre
todo a la hora de los rezos. Tampoco ayuda una voz en off (la de Naumann) que
va contando el derrotero del film, desde las reservas de Ricardo a “actuar”
hasta el enojo de los pobladores al sentirse invadidos por la cámara, pero lo
hace de manera tan inconexa que resulta difícil seguir el hilo narrativo. Así y
todo, la principal virtud de Ricardo Bär -además
de la excelente fotografía- es permitir asomar la nariz a universos (la selva
misionera, la liturgia bautista, las tradiciones alemanas) para muchos
desconocidos.
Ricardo Bär se estrena hoy en el cine Gaumont
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