Por Hernán Cortés
Para muchos argentinos ajenos a la arquitectura, El hombre de al lado significó una puerta de entrada a la obra de Le Corbusier. Aquella mordaz mirada sobre el mundo del arte y el diseño tenía como escenario a la Casa Curutchet, única construcción en Latinoamerica del arquitecto suizo, que con su estructura vanguardista cobraba relevancia como un personaje más del film.
Debut en cine de la experimentada artista visual Graciela Taquini, La obra secreta bien podría funcionar como un apéndice de la película de Mariano Cohn y Gastón Duprat: además de compartir locación y guionista (Andrés Duprat, hermano de Gastón), la dupla directora aquí está a cargo de la producción.
Le Corbusier diseñó a la distancia la Casa Curutchet pero nunca pudo verla terminada. De ese detalle se vale Taquini para construir una docu-ficción que se reparte entre un viaje apócrifo del arquitecto suizo a La Plata y la devoción de un especialista a cargo de las visitas a la casa, otorgándole a cada situación un tono propio.
Por un lado, el "Corbu" (interpretado por Mario Lombard) se pasea cual espectro por la ciudad de las diagonales, envuelto en imágenes que se distorsionan y se duplican, y con una constante voz en off compuesta por fragmentos de sus postulados. Paralelamente, el arquitecto platense Elio Montes (Daniel Hendler) trata de inculcarle su admiración por Le Corbusier a todo aquel que visite la Casa Curutchet.
Dentro de su breve duración (66 minutos), La obra secreta fluye por sus elegantes encuadres y por la capacidad de Hendler para amenizar y transmitir las ideas de Le Corbusier (la película no pretende ser un tratado de erudición, aunque tampoco cae en el didactismo pueril). Sin embargo, no todas son flores para el maestro: hay, hacia el final, un cuestionamiento que si bien resulta algo torpe y apresurado, puede dar lugar a la discusión. Será tema para otra película...
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