Por Hernán Cortés
Aurore tiene 50 años y tres preocupaciones: encontrar un trabajo (renunció a su puesto de encargada de la barra en un restaurante), asumir que va a convertirse en abuela (su hija mayor está embarazada) y reconquistar a un amor de su juventud (Totoche, a quien Aurore dejó luego de que éste ingrese al ejército).
En esos términos se planta 50 primaveras, segundo largometraje de la francesa Blandine Lenoir, que ya desde su título original (Aurore) sugiere un unipersonal de su protagonista. Y realmente lo es.
La actriz, cantante y también directora Agnès Jaqui es el eje de esta comedia que reflexiona sobre la crisis que viven algunas mujeres cuando llegan a las cinco décadas, tiempo de balance y de inquietudes a futuro. Separada de su marido y acompañada por sus dos hijas y una amiga bastante deshinibida, Aurore atraviesa esa etapa en la que se cuestiona si es realmente feliz o si aún resulta atractiva para el sexo opuesto o el mercado laboral.
Pese a caer en algún que otro clishé (abusar, por ejemplo, de la menopausia como gag), la película se mantiene a velocidad crucero, sin sobresaltos, conducida por el oficio de Jaqui y unos secundarios que no desentonan. Un simpático y entretenido relato de segundas oportunidades.
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