Por Hernán Cortés
Alfredo Stroessner gobernó al Paraguay con puño de hierro durante 35 años, misma cantidad de tiempo que lo hiciera con métodos similares Francisco Franco en España. Trascurrida entre 1954 y 1989, la dictadura paraguaya fue más larga de Latinoamérica. Para sacar a Stroessner del poder parecía no quedar otra opción que matarlo. Uno de los que lo intentó, aunque sin éxito (el dictador falleció recién en 2006, a los 93 años), fue Agustín Goiburú, quien pese a no lograr su cometido fue considerado el opositor político más importante del régimen.
Este documental de Paz Encina trata de acercarse a la figura de Goiburú a través del testimonio de su viuda y sus tres hijos. Así, esta reconstrucción oral funciona como una única voz en off que narra el periplo de este médico y dirigente del Patido Colorado, permanentemente en la mira del gobierno militar por sus denuncias, que fue secuestrado y más tarde logró fugarse, siempre con los suyos a cuestas. La familia asegura haberse mudado unas quince veces, entre las que se incluye un paso por Argentina (vivieron en la ciudad de Paraná).
Las voces van superponiéndose y enhebrando un relato por momentos cansino, cuando no monocorde, lo que provoca cierto distanciamiento para una historia de vida que se supone emotiva. Pero es el aspecto visual lo que le otorga fuerza a la propuesta, repartido entre una inquietante memorabilla de archivo (documentos y fotos de Goiburú cuando era espíado por los servicios de inteligencia) y unas cálidas imágenes de la cotidianeidad de unos niños (acaso una alegoría de los protagonistas) en una zona selvática. En tiempos donde la política paraguaya atraviesa una fase de turbulencia, bien vale la pena una mirada hacia atrás.
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