Por Hernán Cortés
El italiano Roberto Andó no se maneja con medias tintas a la hora de demonizar (y ridiculizar) a la clase política. Ya con Viva la libertad (2013) había indagado en las fisuras de un partido de su país, donde un candidato a presidente, presa de pánico escénico, desaparece del mapa. En Le confessioni, en cambio, redobla la apuesta magnificando horizontes e incidentes. A los pocos minutos de la película ya se cuenta un muerto, nada menos que el presidente del Fondo Monetario Internacional.
Pero previo a este acontecimiento hay una cumbre del G8 en un faraónico hotel en las afueras de Alemania. El anfitrión es Daniel Roché (el siempre sólido Daniel Auteuil), titular del FMI y, como cualquiera en su lugar, cultor del pragmatismo más recalcitrante. Al encuentro acuden los primeros ministros de los países más poderosos, a los que se suman -acaso para acercarse a la gente "común"- figuras apolíticas como un músico, una escritora de libros infantiles y un extraño monje italiano llamado Roberto Salús (Toni Servillo, que ya había trabajado con Andó en su film anterior).
Mientras transcurre la primera jornada -en la que se cocina un despiadado plan de ajuste, próximo a anunciarse-, Roché pide tener una charla con Salús con el objetivo de confesarse. Pero a la mañana siguiente aparece el cadáver del economista con una bolsa plástica en la cabeza. A partir de allí se dispara un reguero de sospechas e intrigas, tanto en los mandatarios como en los extrapartidarios. El último que presuntamente lo vio con vida fue Salús y todas las miradas apuntan hacia él.
Andó mueve con gracia y timming los hilos de esta comedia negra de personajes, en la que todo gira alrededor de lo que se habló en esa habitación (importan más los secretos que Roché se llevó a la tumba que si se trató de suicidio o asesinato), detalles que se van develando mediante el uso de flashbacks. Sobresalen Servillo -con su permanente cara de sorpresa-, encarnando a este imprevisible y enigmático gurú, y Connie Nielsen, en el papel de escritora con crisis existencial y confidente del religioso. En definitiva, un despiadado retrato de los cotilléos, miserias, ambiciones y crueldades de aquellos que tienen el mundo en sus manos.
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