Por Hernán Cortés
El cielo de la Republica Checa que se ve en Zaneta es tan gris como la realidad y el horizonte de sus protagonistas. Nos referimos a un joven matrimonio gitano, integrado por la Zaneta del título (Klaudia Dudová) y David (David Istok), que soporta estoicamente penurias econonómicas (ambos están desocupados) y una ola de racismo en el país (hay manifestaciones contra los inmigrantes). Para peor, ambos están a cargo de su pequeña hija y la hermana preadolescente de Zaneta.
Al igual que lo que sucedía con el reciente estreno búlgaro La lección, la película de Petr Vaclav exhibe el desasosiego de algunas sociedades europeas que bien supo transmitir el cine de los hermanos Dardenne. El desempleo pega duro en el hogar de Zaneta y David: ella no ha vuelto a trabajar desde que fue madre y le cuesta reisertarse en el mercado laboral, mientras él subsiste a changas de albañilería (si es que le pagan). Como una cosa trae a la otra, los problemas económicos dan lugar a los conyugales (hay además una vecina que coquetéa con David) y Zaneta abandona la casa junto a su hija y su hermana, refugiándose primero en la estrafalaria vivienda de su padre y luego en un cochambroso complejo habitacional. Pero David no se quedará cruzado de brazos e intentará volver con Zaneta a como dé lugar.
La dignidad aún en el agobio económico, la discriminación hacia la comunidad gitana y la burocracia de los sistemas sociales son algunos de los ejes que maneja este film cuyas fatalidades, sin embargo, siempre dejan un hueco para el amor y la esperanza. Cruda y austera tanto en lo formal como en su línea narrativa, se trata de una propuesta que, pese a todo, no deja de trasmitir belleza.
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