miércoles, 30 de noviembre de 2016

La noche (Argentina/2016). Dirección: Edgardo Castro. Elenco: Edgardo Castro, Dolores Olivares, Federico Figari, Paula Ituriza, Willy Prociuk, Luis Leiva. Guión: Edgardo Castro. Fotografía: Soledad Rodríguez. Edición: Miguel de Zuviría. Sonido: Nicolás Payueta, Manoel Hayne. Distribuidora: Independiente. Duración: 130 minutos. Salas: Malba (desde el 2/12), Gaumont (desde el 14/12).

Por Hernán Cortés

Bombos y platillos precedieron al estreno de La noche en el último Bafici. Al igual de lo que ocurre con cada producción de El Pampero (en este caso, en compañía de Bomba Films), la película dirigida, guionada y protagonizada por Edgardo Castro contó con mucho ruido previo y siguió dando que hablar durante los días siguientes. Con adeptos y detractores, se transformó en el acontecimiento del festival (allí logró el Premio Especial del Jurado).

En su arribo a las salas comerciales, vuelve a abrirse la "polémica": ¿es La noche un punzante fresco de la marginalidad nocturna, una suerte de reverso del descontrol tóxico-elitista que sucede -o sucedía- en algunos boliches de la Costanera? ¿O se trata de un mero ejercicio de estilo compuesto por primerísimos planos sexuales, desenfoques y cámaras subjetivas destinado a la provocación ramplona? La película puede causar ambas impresiones, siempre dependiendo del cristal (y la predisposición) por donde se la mire.


Con un registro cercano al documental, Castro propone un tour por el lado (bien) oscuro de Buenos Aires y sus antros de mala muerte, sus sórdidos albergues transitorios y sus solitarias calles como escenario de pronunciadas resacas. El "guía" es un anodino cuarentón (nunca conoceremos su nombre ni a qué se dedica) que mitiga su soledad a base de drogas y travestis, a los que sale a buscar a modo de cazador nocturno. En esos raids no habrá euforia, sí mucha angustia y alienación. Calavera no chilla, dicen, pero el protagonista ya no es un pibe y los excesos pasan factura.

Pese a que parezcan un constante loop de su austero argumento, los 130 minutos que dura el film nunca se tornan extensos. Aún desde una distancia glacial, el director tiene el buen tino de cuidar a su personaje: siempre bordeando la ilegalidad y el peligro, no es sin embargo un delincuente. Acaso el extenso plano final sea la clave para comprender un film que, si bien está lejos de ser la "bomba" que andan proclamando, dará suficiente tela para cortar.


            

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