Por Hernán Cortés
¿Existió realmente Mario de Marcella, "il solengo" (el solitario) al que alude el film de Alessio Ringo de Righi y Matteo Zopis? Poco modifica las cosas, en definitiva, si la reconstrucción biográfica de este outsider es verdadera o si se trata de un documental apócrifo, pero la duda una vez finalizada la cinta surge inevitable. Es que, por más que este relato colectivo se encargue de pintarlo como un mito, lo cierto es que la vida del protagonista no termina generando el interés que pretenden darle los directores.
Sabremos del tal Mario a través de los testimonios de quienes lo conocieron (se supone que murió), unos octogenarios habitantes de un agreste pueblo italiano. Al parecer, se trataba de un ermitaño hosco y agresivo que se fue alejando de sus amigos para irse a vivir -literalmente- a las cavernas. Cada vez que se cruzaban con él, recibían insultos e insolencias. Según este grupo de ancianos, la conducta de Mario se debe a que vivió una infancia difícil, empezando por haber ido a la cárcel cuando era un bebé junto a su madre Marcella, acusada de matar a su esposo. Ella, por su parte, era considerada una bruja (se habla de sus creencias esotéricas y sus "contactos" con el Diablo).
De no ser porque se alternan unas bellas imágenes de los bosques del lugar (la zona de influencia de Mario y sus conocidos, cazadores casi todos ellos), la película estaría compuesta exclusivamente por las voces de estos pobladores (el clásico recurso de "cabezas parlantes") y esta misteriosa presencia ausente. Pero para que un anónimo completamente fuera de campo (no existe ni una foto suya) despierte algún tipo curiosidad hace falta mucho empeño, cuestión que las anécdotas y testimonios recogidos -redundantes en su mayoría- no logran llevar a cabo.
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