Por Hernán Cortés
Siempre hay un roto para un descocido. Tal parece ser el eje de esta comedia romántica de Néstor Sánchez Sotelo, que es al mismo tiempo una mirada sobre la soledad, la alienación y la neurosis propias de esas conejeras -donde casi nadie sabe del otro- que son los edificios porteños.
A esta pareja de adultescentes no los unirá el amor sino sus fobias. Pero pese a que Santa Ana y Menahem ya mostraron sus credenciales para la humor (él es un reconocido standapista, mientras que ella es recordada por su papel en la serie Ciega a citas), la química entre ambos no es de lo más fluida y la trama resulta una mera acumulación de situaciones (los ensayos de una obra al mando de un director histérico, la visita a Neuróticos Anónimos, los inconvenientes con el servicio de cable) que no siempre tienen una resolución efectiva. Dispareja película que busca el chiste a través del patetismo de sus dos antihéroes, pero pocas veces lo logra.
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