Por Hernán Cortés
Quizás el asalto que sufrieron dos conductores de una radio de Pergamino durante su programa, en vivo y en directo, no tuvo la misma trascendencia que la irrupción de un ex actor (trabajaba en la tira Mi cuñado, con Luis Brandoni y Ricardo Darín) en plena emisión de Intratables, reclamando mejoras salariales. Fueron, sin embargo, en una misma semana, dos hechos que prueban que los medios audiovisuales pueden ser tan vulnerables como cualquier hogar sujeto a la inseguridad. Y si estos ejemplos ocurrieron en Argentina, nada impide imaginar que en Estados Unidos cualquier psicópata puede hacer de un programa de televisión una toma de rehenes.
Por estos carriles, en los que se disfuman los límites entre ficción y realidad, circula la nueva película de Jodie Foster, que vuelve a la dirección cinematográfica luego de algunas incursiones en series. El título del film es una errónea traducción (cortesía de la distribución latinoamericana) de un programa furor en la pantalla norteamericana, pero sería más adecuado que lleve el original Money monster. Es decir, "El monstruo del dinero". Sucede que Lee Gates (George Clooney, en un personaje tan despreciable como el de Amor sin escalas, de 2011), su conductor, es uno de estos economistas estrellas tan en boga hoy día. Con el pretexto de bajar el mensaje a la "gente común", Gates monta un histriónico show en el que, cual gurú, analiza los convulsionados movimientos de Wall Street y aconseja a los televidentes a invertir en tales o cuales acciones. Lo acompaña detrás de cámara como una leal escudera -aunque cada vez lo soporta menos- Patty (Julia Roberts), la directora del ciclo.
Claro que muchas de las predicciones de Gates no están exentas de la venta de humo. En especial, hubo una en la que la "mala praxis" fue notoria. Se trató de Ibis, una empresa de informática cuyas acciones, pese a los auspiciosos pronósticos, se derrumbaron de manera inexplicable. Uno de los perjudicados fue Kyle, un joven que confió en Gates y perdió 60.000 dólares, por lo cual irrumpe en los estudios mientras el programa está al aire y amenaza con detonar una bomba que le coloca al presentador. Pero Kyel no quiere una compensación personal sino que la empresa asuma su culpa y dé explicaciones. Ante esto, Patty y su equipo intentarán ubicar al CEO, presuntamente de viaje por Europa.
El maestro del dinero sostiene la tensión propia de aquellos films donde hay un juego de gato y ratón, roles que no tardarán en intercambiarse (Gates es un hábil manipulador, mientras que Kyle no es todo lo temerario que parece). Pero por sobre todas las cosas es una crítica socarrona a los inescrupulosos códigos del espectáculo (un secuestro es mostrado como un reallity show y un punto más de raiting puede justificar incluso una muerte), a la timba financiera y a la justicia por mano propia. Hay un equilibrio entre el suspenso y el humor que resulta lo mejor del film, además de una impecable puesta y dos garantes de buenas interpretaciones como son Clooney y Roberts (O´Conell tampoco se queda atrás).
El problema radica en algunas (varias) licencias del guión, especialmente respecto a algunas situaciones poco verosímiles dentro del estudio y la rebuscada la resolución del conflicto, por no hablar del subrayado perfil aleccionador de la propuesta (los verdaderos inescrupulosos son los dueños de la "torta" y los medios están para desenmascararlos). Pero estos atenuantes no impiden disfrutar de esta "gran estafa" (otra más dentro del cine norteamericano), cuya fluida trama no decae nunca a lo largo de las dos horas que dura el film.
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