Por Hernán Cortés
Julie Delpie suele ser reconocida por su labor, junto a Ethan Hawke, en la trilogía de Richard Linklater compuesta por Antes del amanecer (1995), Antes del atardecer (2004) y Antes de la medianoche (2013). Pero cuando la actriz francesa se para detrás de la cámara, resulta una aguda observadora de las frustraciones -sentimentales y/o familiares- que acarrean aquellos que ya entraron en la mediana edad. Y si su humor ácido tiene una descorazonada visión del género masculino, hay que decir que Delpy tampoco tiene piedad con las mujeres, siempre empezando por ella misma (es protagonista de sus cinco películas).
En este caso, la francesa se pone en la piel de Violette, una cuarentona divorciada y con un hijo de 19 años a cargo (el Lolo del título, interpretado por Vincent Lacoste). Luego de algunas relaciones truncas, durante unas vacaciones en Biarritz con una amiga conoce a Jean-René (Dany Boon), un programador de software sin demasiadas luces del que se terminará enamorando. La pareja se reencontrará en París, donde él es contratado por una empresa para diseñar un sistema de seguridad. Allí, conocerá a Lolo, el consentido retoño de Violette, que no verá con buenos ojos al nuevo novio de su madre. Más que tratarse de una cuestión de edipo (que lo hay, en cierto punto) o simples celos, Jean-René tendrá que vérselas con un psicópata de cuidado, capaz de cualquier cosa.
La comedia trasciende los estereotipos de "la familia de mi novia" para ahondar en el absurdo, el prejuicio de clase (son constantes las alusiones al origen "pueblerino" de Jean-René) y hasta la perversión. Talentosa para recrear diálogos mordaces y vínculos es crisis, la directora logra tensar con pericia las cuerdas del triangulo formado por Violette, Jean-René y Lolo. Delpie se ríe de ellos...y con ellos.
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