Por Hernán Cortés
La French Conection, aquella usina proveedora de drogas oriunda de la ciudad de Marsella, fue protagonista de la exitosa película de William Friedkin que en castellano se conoció como Contacto en Francia (1971). El film estaba narrado desde el punto de vista norteamericano (la acción transcurría en Nueva York), pero faltaba mostrar lo que sucedía en la ¿apacible? costa francesa. De retratar ese submundo se encarga Conexión Marsella.
Corría la mitad de la década del 70 cuando la French Conection azotaba la región a sangre y fuego. Encabezado por Tany Zampa (Gilles Lellouche), el grupo de mafiosos tenía dominado el negocio de la droga, hasta que el juez Pierre Michel (Jean Dujardin) llega hasta allí para combatir el crimen organizado. A fuera de eludir los protocolos legales, Michel va ganando prestigio en su lucha contra el hampa, pero la contracara de este quijotesco accionar es que comienza a quedarse aislado (no sólo desconfiará de los policías que lo secundan sino que también sufre el abandono de su mujer). Por el lado del capo Zampa, al principio no reparará en el ascendente magistrado, pero poco a poco irá formándose un cerco alrededor de él..
Prolija en lo formal y en lo narrativo, la película de Cédric Jimenez evoca a los buenos thrillers norteamericanos de mafiosos. El director plantea una cinchada entre la justicia y el delito, cuya cuerda puede primero tensarse y luego romperse, quedando ambas partes de traste contra el piso. El duelo personal de Michel y Zampa (¡que encima son parecidos!) genera momentos de interés pero se alarga un poco más de lo necesario.
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